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Escena de lectura

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"Descubriendo una nueva pasión"

En diciembre del 2019 con tres de mis amigues decidimos emprender un viaje a una de las más lindas provincias de Argentina: San Luis. Infravalorada para mí, deberían darle más reconocimiento. 
Todo comenzó con un chiste: "¿Nos vamos de vacaciones este verano?" y al mes ya estábamos pagando el paquete de viaje. Fue impensado, casi que un instinto que tuvimos. Solo unos pocos meses tuvimos para preparar y charlar antes del viaje, no necesitábamos más. 
Fue cerca del fin del ciclo electivo para algunxs. 26 de Diciembre exactamente, que fecha che. El 20 me mudé. Estaba muerta. Ahora con perceptiva y viendo este año tan conflictivo y distinto, veo lo bueno que fue ese año, lastima que no me di cuenta en ese momento. 
Para mí, mi primera vez viajando en micro, bah también viaje a Bariloche, pero ese no cuenta. Gente más mayor a nuestro alrededor. Habrán pensado "¿Qué hacen estos pendejos yendo a San Luis?" No nos importó. De hecho, el coordinador nos insinuó que no había boliches donde íbamos, si tan solo supiera que los boliches son lo que menos queríamos ver ahí ¿Tenemos alma de viejo? Puede ser, pero eso nos encanta. 

Éramos solo 4, iban a ser más, pero pasaron cosas. Si pienso en mi relación con ellos, uff, da como para escribir 10 hojas de cada une. Pero no hay tiempo para eso. En síntesis, tuve momentos muy buenos y muy malos con cada une. Pero el destino nos terminó uniendo nuevamente y este viaje fue un gran fortalecedor de nuestra amistad. 
El viaje fue largo, sin embargó yo hubiera querido que sea más largo. Tengo un fanatismo por ver el camino, aunque solo sea pasto, vacas y más vacas. Lo disfruto desde que soy chica y con mi familia nos íbamos a la costa. Salíamos a las 4 de la mañana y yo me queda un rato despierta para ver como los paisajes iban cambiando y luego amanecía. Realmente para mi no hay nada más lindo que disfrutar de un viaje lejos en auto con alguien que querés, música tranqui e ir viendo por la ventana como el sol va escondiéndose y luego volviendo a aparecer. Si re goma, ya lo sé. 

Ya no recuerdo cuantas horas tardamos en llegar. Cuando lo hicimos y llegamos al hotel fue como estar en casa. A diferencia de otros viajes, donde siempre sentía esa rareza. Era como darte cuenta que donde estas no es tu casa. Sin embargo en este hotel todo era muy cálido, muy familiar y eso me agradaba y reconfortaba a la vez. Estábamos los 4 en una misma habitación, capaz eso ayudo también. Fue como estar con hermanes. Pelear, discutir y reírse como lo hago con el mío.
Si me pongo a pensar, a lo mejor no era el lugar sino las personas. Estas personas que me hacían sentir en casa, donde fuera. Yo siempre dije que ellxs me hacen sentir tranquila, en equilibro. Amo compartir tiempo con mis amigues, son como la distracción a todo lo demás, por lo menos por un rato. 

Cuando llegamos lo primero que queríamos hacer era recorrer el hotel y sus alrededores. Este era algo anticuado pero no estaba mal. Sin embargo sus habitaciones parecían más modernas, era como estar en otro hotel. Tenía dos piletas, una al aire libre y otra en un spa climatizada, mis amigues preferían la climatizada, que estaba muy buena, mas yo prefería la normal. Algunas de las habitaciones daban a las majestosas sierras de Merlo. Pero este no era nuestro caso. Igual no importaba porque más tarde las pudimos ver de cerca, tan de cerca que hasta estuvimos sobre ellas. 

Una de las experiencias que más me llevo de este viaje es la mañana que fuimos al arroyo "pasos malos" y sí que di unos pasos malos. Desde chica miraba los programas de Discovery de personas que se iban a la selva, jungla, bosque, montañas a aventurarse en ellos. Me fascinaba ver como se las arreglaban y que no tenían ni un poco de miedo de ir, en su gran mayoría, solos. Podría decirse que mis amigues y yo nos aventuramos en este arroyo más de lo que debíamos. Recuerdo salir del hotel muy temprano hacia allí. Un remisero que nos hizo casi de guía turístico, nos llevó hasta ahí. No era tan lejos, pero se tenía que caminar unos kilómetros. Por eso decidimos decirle al remisero que no nos viniera a buscar, que nos íbamos caminando. Error, gran error, al menos para mis pies. Nunca vi donde terminaba el arroyo, el remisero nos dejo donde la gente suele comenzar a subir para encontrar algún lugar cómodo y quedarse a disfrutar del paisaje y de las aguas cristalinas. Eso hicimos nosotres, con la diferencia que nunca paramos de subir. Mi amigo Patricio y yo los convencimos a los demás dos de seguir subiendo hasta donde comenzaba el arroyo. Muy ambiciosos, pero como en los programas de discovery, eso parecía muy divertido, y lo fue, sin duda lo fue. Pero la realidad era que ninguno de los cuatro éramos deportistas, ni habíamos hecho esto antes. Cada vez que avanzábamos más las piedras comenzaban a ser más grandes y por ende, más difícil de cruzar. Asimismo, había más presencia de agua descasando, lo que lograba que las rocas estén resbalosas. Y yo, que decidí no llevar ninguna zapatilla deportiva y ponerme unas converse de lona, me resbale varias veces. Tranquiles, esta no es una historia de terror, suspenso o con alguna muerte o accidente. Es más, a mi me pareció de lo más divertido. Solo por ese momento que me tenía que subir a una piedra más grande que yo (mido 1,56 cualquier cosa es más grande que yo) con mis zapas mojadas y me frustre tanto que casi me largo a llorar. 

Si se preguntan si llegamos a la cima, casi, pero no. Llegamos a que las nubes nos acompañen, pero nuestro cansancio y hambre no aguantaron. Al bajar la hicimos más fácil y pasamos por un camino de tierra que estaba al costado. Igual no era tan fácil, ya que iba en caída, era angosto y tenía piedras. Cuando llegamos a donde nos había dejado nuestro remisero amigo recordamos que debíamos volver caminando, al llegar al hotel mis tobillos sangraban pero la experiencia lo vale. 

A qué quiero llegar con todo esto. Nunca me había sentido tan bien como en este viaje. No fue solo por el hotel, o en sí la provincia o mis amigues. Fue todo junto. Cada vez que recorríamos nuevos lugares, escalábamos, y caminamos me sentía completamente libre. Y es raro porque soy libre, es un derecho. Sin embargo esta libertad era una sensación construida por todos los factores que nombre antes. Era un sentimiento no un derecho. Era un sensación, una emoción. Yo veía y sentía esa libertad en todos lados. Y vuelvo a recalcar que no fue por es lugar solamente. Toda esa experiencia fue lo que me hizo sentir ese sentimiento tan profundo de libertad. Esa experiencia que quiero volver a repetir mil veces más. Esa pasión que acabo de descubrir. Que no es más ni menos que buscar experiencias completas donde el resultado sea esa sentimiento de libertad. Esa es mi nueva meta.





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