"Justicia en la colina"
Estaba haciendo calor, el sol le estaba quemando la nuca. Su boca reseca era indicio que ya necesitaba beber algo. Sus pies adoloridos necesitaban descansar. Aun faltaba mucho para llegar, pero decidió parar en una roca. Se sacó sus botas y dejó que el viento roce con sus pies. Por un momento se relajó, se recostó sobre una de las rocas y se colocó una de las remera que tenia en su mochila en la cara y en su pecho y uso su mochila como almohada. No pretendía dormir, solo descansar. Pero ese momento duro poco. A lo lejos se lograba escuchar unos sonidos, sonidos que parecía música, música que reconocía, era el himno, el himno de la escuela -Se oye música- se murmura a si mismo. Rápidamente levantó ese intento de campamento que había hecho, se puso sus botas y comenzó viaje de nuevo. Debía alejarse de aquella música y de quienes la estaban tocando. Caminó por unos diez minutos hasta que se chocó con un pequeño arroyo que descendía de la colinas. Era el primero que encontraba después de muchas horas, la mayoria de los que había encontrado estaban casi secos o totalmente secos. Se detuvo para llenar las botellas, pero antes se empapó su cara con el agua fresca. Sintió como si su piel volviera a vivir.
Ya no oía la música, solo se percibía la brisa chocando contra los árboles. Al darse vuelta observó algo que no había percatado antes. En la roca que había apoyado su mochila estaban escritos unos números de la siguiente manera:
12
11
1968
Miró hacia a su alrededor. Sabía que no estaba solo. Tomó sus cosas y siguió camino. No podía detenerse, cada vez estaba más cerca de la cima. Quedaba poco, allí arriba iba a estar seguro.
Al fin lo vio. Vio la cabaña a lo lejos. Comenzó a trepar y trotar lo más rápido que pudo. Llegó y lo primero que hizo fue trabar la entrada y las ventanas con todas aquellas trabas que había instalado anteriormente. Respiró tranquilo. Ya se sentía seguro. Pero esa sensación le duró poco. Dentro de la cabaña se volvió a escuchar la misma música. Con rapidez intentó destrabar la entrada, pero una voz a lo lejos lo impidió.
-Gracias por ayudarnos a trabar las salidas- dice irónicamente un hombre alto y flaco mientras se le acerca junto a 3 personas más. Todos vestidos muy similar. Usaban una chomba blanca y negra y todos tenían guantes, también negros.
Se quedó paralizado por un momento. En su bolsillo tenía un arma que no logró agarrar, uno de los otros se la arrebató antes que pudiera hacer cualquier cosa.
-Somos pocos, quedamos pocos mejor dicho. Lograste sacar del camino a muchos, pero ya no más.
Los disparos fueron tapados por la música que luego comenzaron a tocar. Luego desendieron de la colina. Pero antes uno de ellos, dejó un cartel en la entrada.
"El pasado fue lucha, el ahora es nuestro".
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